Un extraño sueño...
Era una noche oscura, fría y un fuerte viento azotaba los laterales de mi coche. Volvía junto a mi amigo Moi de algún punto del norte de la isla, hacia nuestra casa por la autopista. Íbamos hablando animadamente y en el tramo de cuatro carriles (en el sueño habían cuatro), yo circulaba por el tercero, y me pasaba un momento al cuarto para adelantar un vehículo más lento. Inmediatamente después retornaba al tercero. Y aquí es cuando empiezan nuestros problemas. Pocos segundos después de efectuar el adelantamiento, una fuerte racha de viento empuja mi vehículo con fuerza herculina hacia la izquierda volviendo a situarnos en el cuarto carril. En ese momento Moi y yo intercambiamos miradas inquietas pues si nos llega a pillar cuando estábamos en el cuarto carril, nos habría empotrado de seguro, contra la imponente mediana de hormigón reforzado.
La cosa comienza a ponerse realmente fea. El viento se arremolina con furia de modo más que evidente a nuestro alrededor. Su sonido es ensordecedor, como el de la turbina de un avión y su virulencia va en peligroso aumento. Antes de darnos cuenta, tanto mi coche como los que hay a nuestro alrededor, comienza a elevarse en el aire. Estamos en medio de una especie de tormenta tropical de efectos devastadores. En el caos de los segundos posteriores, miles de ideas cruzan por mi mente, pero antes de que tenga tiempo a reaccionar, mi amigo y yo divisamos un avión comercial que se ha visto arrastrado hacia abajo y da tumbos de un lado a otro, a merced del viento, a escasos metros de la autopista.
Poco después nuestra situación parece mejorar. El viento está amainando y mientras nosotros perdemos altitud, el avión la recupera. Nos estamos preparando para el fuerte impacto que nos espera cuando mi coche vuelva a tocar el asfalto, y es entonces cuando el destino se revela con irónica crueldad. No llegamos al suelo... Una fuerte racha de viento empuja el avión de enormes dimensiones hacia el suelo a escasos metros de distancia. Cuando el aparato está a punto de estrellarse brutalmente, mi amigo dice lo último que oigo en mi vida: "estamos muertos".
Dicho y hecho, creo que mi amigo no ha sentido dolor, porque al menos yo, no he tenido tiempo a tal cosa. Una vez el avión explosiona, nos vemos envueltos en una bola de fuego que nos abrasa demasiado deprisa como para tener tiempo a pensar siquiera, en el concepto de sufrimiento. Ahora Moi y yo estamos en una extraña sala de color blanco. Permanecemos de pie, muy quietos, mientras sentimos las miradas inquisitivas de lo que parece ser una especie de consejo de sabios ancianos sentados en unos asientos que asemejan la forma de tronos. Sólo les oigo decir una cosa, nos confirman nuestro estado de muertos, y siento decir que a partir de aquí todo se vuelve demasiado borroso para poder recordar nada más... Así que, fin de la historia.
Cuando desperté, me sentía un poco amedrentado. Hacía tiempo que no soñaba con la muerte, pero más que por ese motivo; fue por la intensidad y realismo, por lo vívido que me resultó cada segundo del sueño. Una vez me di cuenta que había sido sólo eso, un sueño, me abandoné de nuevo a seguir durmiendo. Sé que soñé algo distinto después, pero ni siquiera recuerdo el qué.
Saludos a tod@s ;)